Los especialistas aseguran que puede servir para conservar alimentos y tarda solo un mes en descomponerse en el mar.

Málaga, España. – La industria de conservas suele desechar la piel de los tomates para la elaboración de salsas, lo que provoca que haya un gran excedente. Pero hay quienes han encontrado el modo de aprovechar estos desechos y, al mismo tiempo, ofrecer una alternativa a los plásticos derivados del petróleo.

Investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea «La Mayora» (IHSM) de Málaga llevan años trabajando con la piel de esta hortaliza, llamada “cutina”, para convertirla en un bioplástico que pueda conservar los alimentos con las mismas garantías que el plástico convencional, que tarda 450 años en degradarse.

Los expertos extraen la celulosa de la piel del tomate de forma purificada para volver a rehacerla y darle la forma deseada.

José Alejandro Heredia, investigador responsable de dicho estudio, trabaja con la celulosa obtenida de estos restos para crear un material capaz de ser modificado con sustancias bioactivas antibacterianas y antioxidantes, obteniendo así muchas propiedades para el envasado de alimentos y que, además, tardaría tan solo un mes en descomponerse en el mar.

Según los investigadores de la IHSM, el proceso es ecológico y sostenible. Se trata de descomponer las hojas, los tallos y la piel de los tomates extrayendo la celulosa de forma purificada para volver a rehacerla y darle la forma deseada mediante calor. A partir de esto, se crea una película o papel film robusto y transparente con múltiples aplicaciones, explica a Heredia.

Con este bioplástico, se pueden elaborar desde las bandejas para contener frutas o verduras que inundan los supermercados a utensilios de cocina, como cucharas. Además, puede utilizarse para crear complementos como botones o adornos decorativos.

Este nuevo material cuenta con un sistema inteligente de envasado. Según el estudio, si este pierde su color inicial, significa que ha absorbido agua y está perdiendo su estructura, por lo que está empezando a perder propiedades antioxidantes y dejando de ser útil. Este proceso de decoloración actúa como una especie de sensor para mostrarnos que el bioplástico está empezando a deteriorarse y hay que desecharlo.

También puede servir para recubrir el interior de productos no perecederos, como las latas de bebidas y de conservas, con el objetivo de hacerlos menos dañinos para la salud.

Este nuevo material cuenta también con un sistema inteligente de envasado

Para ello, según han explicado los investigadores en la revista Carbohydrate polymers, se ha optimizado el proceso químico que permite que los componentes de la piel del tomate se adhieran mejor a la celulosa, comparándolo con el uso de pequeños trozos de latón lacado, el mismo componente que se encuentra dentro de estos recipientes. Para la creación de estos se utiliza un protocolo «muy sostenible» al que el científico denomina «química verde».

Una vez finalizado el proceso de producción de este bioplástico, el grupo de investigadores ha comprobado que es «tan bueno como los envases comerciales actuales derivados del petróleo, ya que consigue que el metal resista muy bien la corrosión y no migran hacia el alimento».

El problema, señala Heredia, es que para que estos envases de bioplástico sean aplicados en las industrias comerciales «queda mucho por recorrer», ya que estas empresas necesitan poder utilizar la misma maquinaria para que sea económicamente viable. Sin embargo, asegura el investigador, esto “supondría una revolución para el medio ambiente y la sostenibilidad alimentaria”.

Con información de: Efe

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