El sol, unido a los plásticos que cubren los cultivos, permite aprovechar los recursos de la luz, la temperatura y la humedad, favoreciendo el adecuado desarrollo de las plantas a lo largo de todo el año
Almería, España. – Los invernaderos solares del sur de Europa ubicados en Almería y la costa de Granada, a los pies del Mediterráneo, se han convertido en la mayor huerta de Europa. Aquí se cultivan los productos hortofrutícolas más consumidos por los europeos.
Cada año se producen 4,5 millones de toneladas de hortalizas que llegan a los hogares de 500 millones de personas abasteciendo al 60% de los mercados europeos durante el invierno, cuando la producción continental es inviable debido a las bajas temperaturas.
Almería se caracteriza por ser una zona semidesértica, entonces ¿cómo se ha conseguido convertir un erial en la mayor huerta de Europa? El prodigio se halla en el sol, una fuente inagotable que en estas zonas se recibe a raudales (de hecho, Almería recibe una media de 3.300 horas de luz solar al año, una proporción muy superior a la de otras zonas de España y, por supuesto, de Europa).
El sol, unido a los plásticos que cubren los cultivos, permite aprovechar los recursos de la luz, la temperatura y la humedad, favoreciendo el adecuado desarrollo de las plantas a lo largo de todo el año, siendo un sistema altamente productivo, eficaz y sostenible. Además de la luz solar, los invernaderos existentes en el sudeste español disponen de ventilación natural, lo que permite controlar los factores ambientales en el interior del invernadero de modo que las plantas puedan realizar la actividad fotosintética.
No obstante, al principio de la primavera y hasta finales de otoño, las cubiertas de plástico se blanquean, con una solución de carbonato cálcico natural, para reducir la excesiva radiación solar, evitando stress lumínico y térmico a los cultivos. Este sistema absolutamente sostenible y natural garantiza productos sanos, sabrosos, de gran calidad, variedad y frescura.
El uso de estos plásticos encalados no solo influye en el correcto crecimiento de las plantas. Además, según una investigación publicada en la revista americana “Environmental Science & Technology”, por el científico Pablo Campra, profesor de la Universidad de Almería, demuestra que sus cubiertas de color blanco tienen un efecto albedo (reflexión para la radiación solar) que han contribuido al enfriamiento de la zona en casi 1ºC en los últimos 30 años, cuando la tendencia es absolutamente contraria en todas las zonas del mundo.
Energía del sol y uso de plásticos
Este modelo de cultivo impulsado por la energía del sol y el uso de plásticos, se diferencia notablemente de los métodos productivos de otros países, sobre todo del norte de Europa, donde se utilizan sistemas de calefacción y de aumento de la radiación lumínica a partir de combustibles fósiles que conllevan un importante consumo energético, hasta 30 veces superior, y una elevada emisión a la atmósfera de dióxido de carbono.
En este sentido, el empleo de la energía directa del sol disminuye las emisiones atmosféricas totales de CO2 y la dependencia energética exterior, siendo ésta una energía originaria de una fuente inagotable, limpia y sostenible, en contraste con la energía proveniente de los combustibles fósiles altamente contaminantes y con reserva limitada.
Su empleo, por tanto, se alinea con el Objetivo 13 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas sobre la adopción de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, teniendo en cuenta que los niveles de CO2 y de otros gases de efecto invernadero en la atmósfera, aumentaron hasta niveles récord en 2019.
Recientemente, productores europeos agrupados en las organizaciones Aproa, HortiEspaña y FruitVegetablesEUROPE, junto a la Unión Europea, han puesto en marcha el programa CuteSolar: cultivando el sabor de Europa en invernaderos solares, un programa de promoción y divulgación para informar a los consumidores europeos de las ventajas y características de los cultivos en invernaderos solares.