El Banco Mundial y del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias coinciden en que muchas de las actuales ayudas gubernamentales promueven patrones «insostenibles» de producción y consumo.
EEUU. – La revisión de los subsidios agrícolas, si se hace correctamente, puede potenciar el sector primario y el cuidado del medioambiente a la par, según un nuevo informe del Banco Mundial y del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (Ifpri).
Las dos organizaciones coinciden en que muchas de las actuales ayudas gubernamentales promueven patrones «insostenibles» de producción y consumo, en un escenario en el que la agricultura y el cambio de uso de la tierra son responsables del 22 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Si todo sigue igual, se estima que las emisiones procedentes del sector primario aumentarán en un 58 % y 56 millones de hectáreas serán reconvertidas en terrenos agrícolas entre 2020 y 2040.
Con vistas a romper esa tendencia, no basta simplemente con reducir el volumen de subsidios agrícolas, que sumaron 638.000 millones de dólares (unos 560.000 millones de euros) de 2016 a 2018, según los datos disponibles de 79 países.
Quitar subvenciones o barreras al comercio sin más puede conllevar efectos indeseados, como el alza de los precios de los alimentos y los índices de pobreza, así como límites a la reducción de las emisiones contaminantes.
Financiar la «innovación verde»
El Ifpri y el Banco Mundial llaman a adoptar mejor lo que llaman «innovaciones verdes» que contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático y reducir costes, a la vez que impulsen la economía y la protección del planeta.
Uno de los autores principales del estudio e investigador del Ifpri, Will Martin, precisa a la agencia Efeagro que dos prácticas beneficiosas que merecen ser incentivadas son los aditivos en la alimentación animal y la alternancia de inundaciones y secados en los arrozales.
En ambos casos se está investigando su capacidad para reducir las emisiones de metano, uno de los gases de efecto invernadero cuyas emisiones han aumentado de forma significativa en las últimas décadas, debido en parte a la digestión de los rumiantes en la ganadería y al cultivo del arroz.
«Hasta la fecha se ha invertido de forma limitada en innovaciones de este tipo y hay muchas razones para anticipar que su potencial es enorme», asegura Martin.
El estudio señala que las inversiones en nuevas tecnologías diseñadas para recortar emisiones y aumentar la productividad en un 30 % pueden reducir las emisiones por la agricultura y el uso de la tierra en más del 40 % (el equivalente a casi 2,8 gigatoneladas de dióxido de carbono) y devolver 105 millones de hectáreas agrícolas a hábitats naturales, además de lograr beneficios económicos.
Una respuesta coordinada
Para eso, los autores piden repensar las políticas domésticas y coordinar los esfuerzos entre todos los países para luchar contra el cambio climático y dar respuesta a las necesidades sociales.
Advierten, no obstante, de que ciertos subsidios pueden apoyar la adopción de prácticas sostenibles desde el punto de vista ambiental, pero hacer que bajen los rendimientos y la producción agrícola, elevando el coste de los alimentos y la superficie dedicada a los cultivos. Esto último se puede traducir en un cambio en el uso de la tierra capaz de generar más emisiones y contrarrestar los recortes iniciales.
Martin mete en ese grupo las ayudas a la agricultura orgánica o a la disminución del uso de pesticidas y fertilizantes por debajo de los niveles necesarios; y defiende que los productores elijan las técnicas de producción entre una amplia gama disponible.
“Se deben encontrar formas de garantizar que la condicionalidad ambiental no vaya en detrimento de la productividad agrícola”, afirma el especialista, que alerta de que un menor uso de esos insumos reduce los rendimientos.
Por otro lado, según el estudio, están los subsidios que estimulan modelos insostenibles y que deben retirarse, como los destinados a aumentar la producción ganadera, puesto que así se generan más emisiones.
Sucede lo mismo, pero de manera indirecta, con las ayudas a la producción de alimentos que sirven de pienso como el maíz, lo que repercute en menores precios y en un consumo todavía mayor en muchos países desarrollados donde este ya es excesivo, asegura Martin.
Con información de: Efeagro