En silencio y a lo largo de los últimos años, Gates ha construido un imperio terrenal que abarca más de 97.000 hectáreas, una superficie ligeramente superior a la totalidad de Kiribati o Bahréin.
EEUU. – La palabra «terrateniente» evoca tiempos pasados, tiempos en los que la posesión de tierra era uno de los principales vectores de riqueza. Un hombre era tan privilegiado como hectáreas cultivables contaba a su nombre. Aquella época pasó, arrasada por la revolución industrial y por el auge de los servicios.
Hoy ninguna de las personas más ricas del planeta debe su fortuna a algo tan mundano como la tierra. Lo que no significa que no estén interesados en ella. Bill Gates es el mejor ejemplo.
El fundador de Microsoft es un hombre tan rico y poderoso que posee una parte sustancial de los Estados Unidos de América. Hablamos de una posesión literal: una investigación de The Land Report ha revelado que encabeza el listado de terratenientes más poderosos del país. En silencio y a lo largo de los últimos años, Gates ha construido un imperio terrenal que abarca más de 97.000 hectáreas, una superficie ligeramente superior a la totalidad de Kiribati o Bahréin.
En Estados Unidos, nadie tiene tantas tierras como él. Descontando al gobierno, claro.
¿Cómo? A través de 18 estados. Sus mayores lotes se ubican en Luisiana (28.000 hectáreas), Arkansas (19.000 hectáreas) y Nebraska (8.000 hectáreas). La mayor parte del terreno es cultivable y se destina a usos agropecuarios. Gates controla una parte de sus posesiones de forma directa, y otras a través de Cascade Investment, sociedad también a su nombre. La asociación puede ser llamativa, pero no sorprendente: Cascade cuenta con una cartera muy diversificada, entre las que se incluyen empresas con intereses en el sector agroalimentario.
De forma llamativa, las adquisiciones realizadas por Gates y su mujer durante los últimos 25 años se ha hecho en silencio, sin publicidad.
¿Por qué? La explicación más inmediata sería la «rentabilidad», pero a duras penas condensaría las intenciones de Gates. Como explica Forbes, su fundación lleva décadas interesado en el desarrollo de cultivos sostenibles que sobrevivan al cambio climático y a un uso intensivo de la tierra. Desde 2008, cuando los Gates concedieron becas por encima de los $300 millones para desarrollar modelos de producción sostenibles en el Sahel y en Asia, han mostrado un interés estable en la agricultura.
En 2018 y hablando sobre los «super crops» (cultivos extremadamente resistentes) y una agricultura hiperproductiva para los países en vías de desarrollo, Gates expresó: «Si te interesan los más pobres, deberías interesarte por la agricultura. Y si te interesa la agricultura, también te interesa el ganado (…) En este contexto, eso significa ayudar a los granjeros a obtener tanto como sea posible de sus animales».
Hay más. Esto casa bien con otras inversiones realizadas por el matrimonio. Una de las subsidiarias de Cascade, Cottonwood Ag Management, se cuenta entre los principales miembros de Leading Harvest, una organización que desea crear un «estándar» en materia de sostenibilidad agro ganadera. Leading Harvest aglutina más de 800.000 hectáreas sólo en Estados Unidos. Su objetivo, a grandes rasgos, es asegurar la supervivencia de la tierra, los cultivos y el acceso al agua en un contexto de elevado estrés ambiental (crecimiento poblacional + cambio climático).
Con todo, Gates queda lejísimos de los mayores terratenientes del planeta, algunos de los cuales sí evocan aquellos tiempos pretéritos de los que hablábamos al comienzo del artículo. La Iglesia Católica dispone de posesiones en torno a las 70 millones de hectáreas, porque su reino sí es de este mundo. A nivel individual, el premio va para Gina Rinehart, magnate de la minería australiana, una de las personas más ricas de la Tierra y dueña de unas 9 millones de hectáreas.
Si deseamos ponernos clásicos e hiperbólicos, la Gran Terrateniente del Mundo sería la reina Isabel II, como jefa de estado de un sexto de la superficie terrestre del planeta. La mitad de los bosques británicos, por ejemplo, siguen siendo parte de la corona, así como el 90% de Canadá. Naturalmente, se trata de una exageración, en tanto que Buckingham Palace tiene muy poquito que decir sobre ello.
Con información de: Forbes