En la ciudad de México hay cinco zonas chinamperas y juntas suman 2.215 hectáreas de cultivables

Ciudad de México. – Las chinampas, islas artificiales en las que se ejerce un método agrícola prehispánico particularmente fértil, tratan de adaptarse a los nuevos tiempos y luchan por la supervivencia en un México cada vez más urbanizado.

“Yo toda la vida me la he pasado acá. Tengo 53 años. Desde que tengo uso de razón ha estado acá mi abuelo, mi padre y ahora yo”, explica a la agencia Efe José Capultitla, un chinampero que ahora trata de involucrar a sus hijos en su cultivo de la zona de Xochimilco.

En la capital mexicana, hay cinco zonas chinamperas (Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco, San Pedro Tláhuac y San Andrés Míxquic), y juntas suman 2.215 hectáreas de cultivables de este terreno.

Las chinampas activas son difíciles de cuantificar, porque su uso es muy dinámico, aunque en un estudio publicado en 2018 por el Gobierno capitalino y la FAO, el organismo de la ONU encargado de la alimentación y la agricultura, se cifró en 3.586 las que registran actividad, por las 20.922 disponibles.

Estas islas artificiales hechas sobre los canales del sur de la capital mexicana pueden albergar cultivos durante todo el año, ya que sus suelos, construidos con lodos de los canales, tienen una extraordinaria cantidad de nutrientes que se aprovechan al máximo gracias a técnicas de cultivo ancestrales, principalmente el chapín.

“Sacas el lodo del canal, lo echas a la canoa. Lo bates como si fuera masa o atole, para que quede todo y no lleve mucha basurilla. De ahí lo sacas al almácigo (semillero) y dejas que se baje el agua un día o medio día. Luego ya lo cortas con algún cuchillo o unas cuchillas que tenemos ahí especiales. Lo cuadriculas, agujereas con los dedos y empiezas a depositar la semilla”, detalla Capultitla sobre este sistema.

Ahora, este agricultor y su familiar y socio, Miguel Ángel Rangel Montes, han incluido métodos modernos tales como el uso de plástico para potenciar sus cultivos, gracias a capacitaciones y a la nueva información que encuentran en internet.

Los plásticos ayudan a estos productores a regular la humedad de las plantas y hacen más práctico el sembrado, además de reducir las presencias de malas hierbas. Paralelamente, han implantado el riego por goteo, que les ahorra tiempo y aumenta la eficiencia de su agua.

En sus tres hectáreas de chinampa trabajan unas veinte personas, todas de su familia, aunque parte de ellos tienen otros trabajos «en el exterior».

«Por ejemplo, dos son enfermeros. Pero a diario trabajan medio turno aquí y luego en la tarde van a trabajar. Otros van a trabajar temprano y regresan», explicó Rángel sobre los más jóvenes.

Con todo, estos dos productores venden, en la Central de Abasto y en el Mercado de Xochimilco, entre dos y tres toneladas de verdolaga a la semana y unas 360 lechugas mensuales.

Apoyo oficial

Los chinamperos de la Ciudad de México cuentan con el apoyo, principalmente, de la FAO y de la Comisión de Recursos Naturales (Corena) de la capital.

«La FAO declaró las chinampas como un sitio SIPAM, que es un Sitio Importante Agrícola Mundial. Son sitios como muy particulares de agricultura. Que tienen mucha historia, técnicas tradicionales y que a la vez han ido evolucionando a manera de resiliencia», cuenta a Efe Ximena Pérez, consultora de la FAO en sistemas agrícolas sustentables.

La función del organismo de la ONU es guiar a los Gobiernos y darles asistencia técnica «para que generen proyectos que puedan impactar a los productores» de este ecosistema, tales como capacitaciones o el reparto de apoyos materiales y económicos.

Por parte de Corena, los labradores de las chinampas reciben apoyos «para equipos e insumos», además de asistencia técnica, según Sonia Tapia, integrante de la dirección de proyectos e innovación de la institución.

«Es de vital importancia conservar esta producción para Ciudad de México», insiste Tapia, por lo que también se brinda a los productores un acompañamiento consistente en «revisar las actuaciones que se realizan, darle seguimiento y ver la calidad de la producción».

Gracias a su esfuerzo y a estas ayudas, Capultitla y Rángel planean ampliar su parcela de las 3 hectáreas actuales hasta las 20, porque «las chinampas tienen futuro».

«Adquirimos un tractor. Nuestra esperanza es tener 20 hectáreas así, que diario estemos produciendo. Y además, invitar a nuestros paisanos. Decirles que (el campo) sí deja, que es redituable», reflexionó Capultitla.

Con información de: Efe

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